La importancia de los obstáculos

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Lía Márquez

Gabriel, un hombre de 34 años, alegre, trabajador y muy unido a los suyos, experimentó en enero de 2022 una grave infección ocular que lo dejó completamente ciego. Desde ese momento, la dinámica familiar cambió radicalmente.

La infección fue causada por una bacteria que contrajo en su trabajo como constructor, donde estaba expuesto a numerosos patógenos, como señaló el médico en aquel entonces.

Para Gabriel, su esposa Adara y sus cuatro hijos (Andrea, Sofía, Alejandra y Andrés) eran su razón de ser. Ante la inesperada situación, Adara se dio cuenta de que el rumbo de la familia cambiaría por completo.

Con todo su amor por Gabriel, Adara asumió el control del hogar, dedicándose a la venta de bolsos tejidos con lana. Lamentablemente, los ingresos eran escasos. Mientras tanto, Gabriel, preocupado por contribuir al sustento del hogar y cansado de sentirse como "una carga", buscaba desesperadamente una solución. Los hijos brindaron un gran apoyo, asumiendo responsabilidades en casa y siendo conscientes de la disminución de los recursos económicos.

Gabriel se sentía mal al depender de su familia, consideraba que debía aportar en la medida de lo posible. La desesperación lo llevó a buscar empleo, pero durante más de seis meses no logró encontrar nada. Sin embargo, en septiembre le ofrecieron un trabajo como recepcionista en un call center, lo cual resultó ideal, ya que podía trabajar desde casa.

"Después de tanto tiempo viviendo con lo justo, tendríamos un ingreso adicional para el hogar, y las cosas mejorarían gradualmente", pensó Gabriel al comenzar su nuevo empleo. No obstante, su esposa enfrentó un problema con su negocio. Su socia la estaba estafando, dándole menos dinero del que merecía por sus delicados bordados.

Cuando Gabriel se enteró, le aconsejó a su esposa que pusiera su emprendimiento en pausa, pero ella no aceptó. Adara sostenía que, aunque él había conseguido trabajo, ella quería seguir contribuyendo al bienestar familiar, ya que necesitaban el dinero.

Pasaron dos meses y llegó noviembre. Gabriel se sentía extremadamente satisfecho con los notables cambios en la situación económica, ya que, aunque no tenían una fortuna, el dinero resultaba suficiente para el sustento de todos.

Además, Gabriel tomó una decisión para ayudar a su familia a mantenerse a flote: crear un negocio donde su esposa pudiera vender sus bolsos de lana sin temor a ser estafada. Le propuso la idea a Adara, quien estuvo de acuerdo.

Desde entonces, ambos comenzaron a ahorrar y esperan abrir su propia tienda cuando llegue el momento adecuado, según mencionó Sofía, una de las hijas de Gabriel, un día en que fui a comprar uno de los bordados a su querida madre.

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